TODO EMPIEZA POR ALGO



Cuando pensé en la idea de este blog lo primero que se me vino a la mente fue la avena, después mi cumpleaños número 30 y enseguida en cómo la avena tenía que ver en esos 30 años. La verdad es que tiene mucho que ver pues mi odio hacia la avena será el primer ejemplo de muchos para explicar que la llegada de los 30 no es más que un redescubrimiento de cosas que antes ni se me pasaban por la cabeza. La avena en esta oportunidad me servirá para declarar solemnemente: Bienvenidos temibles 30s, o mejor aquí los espero care nalgas.

LA QUAKER Y YO




La odiaba. Odiaba consumir avena en cualquiera que fuera su estado, ya fuera líquido, sólido o gaseoso -creo que esto no es un estado de la avena sino de uno luego de tomarla con leche entera- pero esto no viene al caso.

La odiaba. Odiaba ver su textura de moco en mi plato, odiaba sentir los grumos en mi boca, odiaba que la avena siempre le ganará la batalla en el supermercado al Chococrispi y odiaba ver la sonrisa de mi mamá cuando yo me despertaba con ojos de gato Shrek a preguntar qué había de desayuno y ella en tono cantarín decía: avena, eso te alimenta.


Sin embargo "del amor al odio hay un solo paso", en este caso del odio al amor y de los 12 a los 29 años, pues fue a esta edad en que la empecé a amar. ¿Por qué?  Porque cuando uno se acerca al "tercer piso" es más influenciable que un adolescente queriendo pertenecer a un grupo; créanme si quieren convencer de algo a alguien, no más esperen a que cumpla 30 años o esté próximo. A mí solo me bastó un viaje a ver a mi mejor amigo y una frase de él: "Martina, empieza a desayunar avena mira que sirve para todo, te mejora la piel y evita el estreñimiento" la verdad es que era pura pereza de él para no prepararme huevos y chocolate pero yo le creí -aunque no sufriera ni de acné, ni de estreñimiento- porque pues el imaginario es que llegando a los 30 el cuerpo cambia, te vuelves gorda, tu metabolismo se va a la mierda, tus caderas no son las de antes  (y ellas no mienten), tu piel parece de crepe, todo se te cae, entre otras cosas que les iré contando. Gracias a aquella frase y a que mi amigo no sabía preparar nada más, volví a comer avena y ahora es "mi querido Watson" de los desayunos. El amor no llegó en la primera cucharada, llegó a la semana como una genkidama en mi estómago; con esto no quiero decir que por fin pude ir al baño y lo dejé como baño de concierto. Me refería a la sensación de estar liviana y con la tripita plana. 

Y esto pasa más a menudo de lo que uno cree, cuando te acercas o estás en los 30. Lo que antes no te gustaba puede que te guste ahora o lo que te encantaba ahora te puede parecer hediondo. En el mágico mundo de los 30 hay un sin fin de descubrimientos o redescubrimientos que pueden suceder, lo único que debes hacer es dejarte abrazar por el brazo de tía que llega cuando cambias por 3 el primer dígito de tu edad.

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