PESADILLA EN LA CALLE 90

Cuando iban llegando mis dulces 15x2 yo tenía más miedo que bicitaxista bajando por la circunvalar, de verdad yo creía que era el fin y lo primero que hice fue un listado mental de todos los contra que venían con el dígito ese, yo no solo me dejé llevar por el estúpido y sensual listado, sino que también expresé mis miedos a todo el que me preguntaba la edad. Más o menos les pedía a gritos calcio y estrógenos.



En ese listado existía un ítem, que dentro del sondeo general entre las mujeres, era muy importante y era: "EL CUERPO TE VA A CAMBIAR". 




Tan pronto sopese el problema empecé a buscar formas desesperadas para que eso no pasará, formas tan radicales e inhumanas como comer hamburguesa y acompañarla con limonada sin azúcar o a veces sin bebida. De igual forma lo hice con el brownie, la pizza, la lasagna, los perritos calientes del cine, los Tostacos gigantes, entre otros alimentos que son indefensos y no tienen la culpa de su naturaleza calórica. Para mi todo radicaba en la bebida -aún radica en ella- por eso tomé la sabia decisión de introducirme en el mundo de los procesadores, vasitos de vidrio con pitillo, batidos y demás cosas que le quitan a uno tiempo de sueño. La verdad el procesador lo compró mi hermana y lo usamos hasta que nos dimos cuenta que la licuadora hacía lo mismo y sin el peligro de procesar deditos.

Aún estoy haciendo innumerables sacrificios para evitar ese temible "EL CUERPO TE CAMBIA"; ahora salgo a correr más seguido con Dalí (el orejón de la foto), tomo cuanto batido se ve bonito en Instagram, no dejo mi limomada sin azúcar, la bebida negrita aquella que vende felicidad ni de riesgos me la tomo y por supuesto subo las escaleras sagradamente. Y de acuerdo a mi breve experiencia puedo asegurar que, el cuerpo no le cambia a uno de un día para otro, o sea no es que de repente el colon diga: "Huy esta vieja cumple mañana, me voy a levantar tarde todos los días"; o el hígado piense: "De 30 le voy a regalar unos guayabos bien terribles" o la piel decida: "Pues ni mierda ahora yo me muevo para donde se me dé la gana". Esto no pasa o si pero a cualquier edad, no es un hecho que sea culpa del dígito y tampoco es de ya para ya. O sea si del cielo le caen limones y en vez de limonada hace un pie, pues aténgase a lidiar con la agarraderita sexi de los lados y deje de culpar al tercer piso. 

Ilustraciones: Moiz Martínez. 

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